viernes, 29 de enero de 2010

Las historias que te llegan...

Hoy me llegó una amiga con la noticia de un intento de suicidio de su hijo de 16 años.
Una chiquillada, una llamada de atención para la niña que le había dejado. El psicólogo que le ha visto dice que no hay que preocuparse puesto que tomó todas las precauciones para que se llegase a tiempo cuando tomó las pastillas.
Sí, es posible que sea una estupidez de adolescente pero mi amiga está deshecha, en esa casa se ha perdido la tranquilad y han sonado todas las alarmas. No deja de preguntarse en qué se ha equivocado y como su hijo puede ser tan egoísta de no pensar en el drama que iba a provocar esto. En lo que podría haber sucedido si hay un problema y no llegan a tiempo. Todo son preguntas donde no gusta la respuesta.
En la vida de mi amiga todo era placentero, un buen matrimonio, sin problemas económicos.Sus hijos iban a un colegio privado y estaba orgullosa de la educación que tenían. Era afortunada dice, y desde hace unas semanas que ocurrieron los hechos está con medicación contra la ansiedad. Dice que su mundo se ha desmoronado y está replanteándose todos los esquemas.

Mi amiga es una muestra de como nada seguro, todo puede dar un giro. Yo con menos medios que ella y unos cuantos problemas más ando preocupada también. Mis hijos están entrando en esa edad crítica de la adolescencia. Ver su conflicto me ha inquietado y reconozco que ahora hablo más con mis hijos, estar más informada de lo que pasa por esas caóticas mentes y rezando para que no me ocurra algo parecido.
¿ Pero donde está la fórmula para no equivocarte en esto?
Les entregamos nuestra dedicación, nuestros medios y nuestro corazón y nunca, nunca sabes si es suficiente.
Una estupidez en este caso.
Una angustia que no detectas en otros pero algo que te destroza sin duda.


¿ Será todo cuentión de suerte?

domingo, 17 de enero de 2010

Como sobrevivo al día...

No es fácil, hay días que te derrota el espejo, de entrada y de buena mañana. Sientes que el tiempo pasa y no pasa nada. Rutina, una tras otra.

Son momentos en el baño, bajo la ducha donde muhas veces se mezcla las lágrimas con el agua que resbala por tu cara. Suele suceder que me pase veinte minutos o media hora lamentando errores, malos pasos. Solo ese tiempo porque el día está programado.

Mientras me maquillo suelo suspirar, ese día en el arreglo pongo especial cuidado, de hecho sé que serán inevitables los comentarios de las compañeras en el trabajo de que si tengo una cita o algo importante que me espere fuera. No, es un recurso, una estrategia. Un buen aspecto, un bastón para sujetar un día que amenza derrumbe, los apuntalamientos del ánimo cuidadosamente elaborados se desplazan y tiembla la estructura. Pero todo pasa, demasiados quehaceres, demasiadas cosas que hacer y sabes que tarde o temprano ese día pasa. Vendrá otro y ahí si funcionan las defensas, el espejo será aliado y aunque llueva sabes que ese día estará lleno de luz, iluminado por la esperanza.

Esa siempre está ahí, cada día. Renovada.
Como cada manecer, siempre nuevo.
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